sábado, 5 de diciembre de 2015

Segunda proclamación

Ella era la mujer que su alma buscaba,
La noble pureza de amor y pasión,
Ella quien reprimiendo su ira, lo amaba y adoraba,
Dejó su paz y tranquilidad por ser digna de su amor.

Una noche fría y ligera de brisa,
Casi inmutable ante la inminente tormenta,
Se oye silenciosamente como se quiebra una frágil alma,
La luna sintiendo tan atroz sentimiento iluminan toda la montaña,
El hombre a quien ella amó,
Le destruía la pasión y el amor,
Su mirada lúgubre y penetrante agobiaba su ser,
Pudriendo todo sentimiento puro y sincero,
Ella que sonreía y vivía,
Ahora llora, maldice y odia,
Su sed de venganza corrompe su lógica y anhela el coraje de verter la sangre del hombre quien amó...


Las rosas guían su maliciosa ambición,
El agua forma su sendero ancestral, pero hoy manchado de sangre y pudor,
Pide piedad para su alma y la aceptación de su enemistad con la humanidad.

Lamento de un Arlequín

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